Del Golpe y sus contradicciones

El presidente Zelaya no ignora el oportunismo y conoce de nuestra voluntad por lograr la unidad.

Desde antes del golpe, y ante la ausencia de una Fuerza Popular que lo apoyara, el Partido Unificación Democrática, legalmente inscrito, se unió a la acción ejecutiva del Presidente Zelaya que ya había logrado la publicación de la ley del Código de Conducta Ética del Servidor Público y su Reglamento; la Ley de Participación Ciudadana entre otras.

Sin duda estos dos instrumentos normativos, con un proceso pedagógico, ayudarían a formar una conducta ética de la función pública y a enrolarnos en una práctica de Consulta Ciudadana para hacer participar a la comunidad en esas decisiones del desarrollo, que cuando no se hacen con el consenso de los ciudadanos provocan daños irreparables, incluso a la vida. Sin dudas que proponer esto ahora hasta parece “revolucionario” pero ya es ley.

Lo que niega y contradice en su lucha la izquierda hondureña son intereses próximos de carácter gremial; le permite un rol de “sobrevivencia”, la conducta de algunos líderes es casi parasitaria afincada en sindicatos “blancos” que también sobreviven con los beneficios que les genera esa forma de lucha; es evidente el logro de estas conquistas. Estos líderes no carecen de: vivienda, carros, educación privada, recreación y una cadena de beneficios que los hacen VIVIR BIEN.

Ahora acompañan la participación política vernácula ocupando cargos de elección popular, he escuchado que algunos son diputados sin renunciar a sus beneficios sindicales y hasta proponen violar la ley desde su posicion de funcionario público por elección popular, es en una especie de método para vengarse de los que la violaron antes.

De la UD a los Necios y al PPR expresiones, dentro de un intento de unidad de Izquierda, se puede parar de contar a quienes apoyaban la intención de poner una Cuarta Urna en las elecciones generales que se aproximaban; la “Izquierda” tenía sus dudas, como siempre, que este hombre hijo de un terrateniente condenado penalmente por la muerte de líderes campesinos y religiosos que enterraron en un poso malacate con varios sacos de cal para descomponer los cuerpos, fuera a generar cambios desde el poder, y que ese quiebre de conducta estaba vinculado a los beneficios que ofrecía Petrocaribe y el Alba, por eso era prematuro “quemarse” con ese hombre de sombrero y botas tejanas.

En la diversidad organizada de los campesinos se contaba con el apoyo de la Vía Campesina. Se escuchaba que algunos líderes de Movimientos Sociales que aparecieron en el escenario actuaban como Ministros sin Cartera y hasta con salario. No había un sindicato ni gremio, estos no creían en la intención del presidente Zelaya; pero estaban inquietos con el aumento salarial, esperando la próxima negociación: el golpe no les permitió contar con la bondad de un presidente que tomó la decisión de aumentar el salario, no en la mesa de negociación, sino desde el despacho presidencial en un acto directo con los trabajadores que no gusto a los líderes sindicales.

Esta suerte de coyuntura no la volvieron a vivir, estaban ansiosos por revertirla, y ese mismo año del golpe estaban sentados en la mesa negociación con aquel a quien, en la calle, llamaban dictador y golpista; los resultados no fueron iguales, esta vez se discutió el salario mínimo y se resolvió en la mesa como a ellos les gusta; desconozco que arreglos ahí se hacen para terminar con un aumento que no resuelve la canasta básica pero a los líderes les hace VIVIR BIEN.

El Presidente Zelaya los conoce, por eso no les confía cargos estratégicos. Y no es de dudar que conocer de la Revolución Francesa o por referencia, pero es listo, conoce el oportunismo.

El Ministro de Defensa había renunciado y el sustituto había huido, es lo que se escuchaba.

Días antes del golpe había mucho movimiento de medios torpedeando la intención de poner una Cuarta Urna en el proceso electoral que se aproximaba. Una tarde almorzamos con el presidente Zelaya, platicamos del escaso apoyo del sector sindical y gremial, que la dirigencia de la Vía Campesina estaba apoyando el proceso, y un reducido sector de Izquierda, este último se había entrampado en debates y documentos para negar esa intención (lo expuse en la primera parte). Por cierto hablaban como “académicos” de la verdad histórica y de cómo aprovechar la coyuntura para la candidatura independiente sin perder el tiempo apoyando el proyecto burgués.

Le comente de que las masas no conocían la Constitución y era una debilidad, que íbamos a desarrollar un proceso para generar acciones pedagógicas para hacer conciencia que a la Constitución le hace falta ser integradora y que ese podría ser el porqué una Cuarta Urna para Consultar la necesidad de un debate que llevara a visibilizar a todos los sectores, a aquellos que, por el contexto de la Constitución de 1981 no estaban en el texto: el carácter de país multiétnico, un capitulo para incluir el género, otro para la juventud, etc. y buscar las fórmulas constitucionales que nos involucren a todos en el desarrollo del país. Le comenté que iniciaríamos, ese proceso, en treinta y cinco ciudades.

Llegué hasta exponer el método a su equipo ministerial, algunos lo miraban raro. Mientras el presidente almorzaba hablamos de ese modelo económico que nos envuelve en el atraso y nos condena a la pobreza y hasta la miseria. Siendo esa una de las causas que nos tienen con indicadores sociales lamentables. El presidente no me hablo de reelección, era un debate más de carácter mediático que lo popularizaba.

Me involucre viajando por esas treinta y cinco ciudades: Tegucigalpa, San Pedro Sula, Comayagua, Siguatepeque, Danlí, La Ceiba, Tocoa, Olanchito, Saba, Sonaguera, Trujillo, y algunas otras que no recuerdo, el lamentable golpe de estado no permitió terminar tan importante proceso pedagógico. Quizá lo más importante fue el resultado, nos dejó una muestra que indica  que la mayoría de la población no conoce el texto constitucional; que este no es un tema importante para la academia, incluso, si se considera la libertad de catedra.

Ese extremo ha llevado al “inocente” pensamiento que una nueva Constitución nos sacará de la pobreza, que evitará las migraciones. Fue evidente que quienes apoyaban al presidente Zelaya eran liberales: profesionales en su mayoritaria del magisterio, y pobladores sin organización.

El rechazo a ese esfuerzo pedagógico no tardó en generar la crítica de los líderes de organizaciones sindicales y gremiales, ONGs y otros que iniciaron una campaña contra esa sana intención, apoyados por los medios que no tardaron en etiquetarme el apodo de “Comandante Papita”.

Esa relación que surgió entre nosotros me llevó a albertirle que había un Plan con el que pretendían darle un golpe de Estado; hasta le alerté públicamente, como resultados fui llamado al Ministerio Publico para declarar sobre ese interés de grupos que estaban aprovechando la coyuntura para hacerle “la cama”, era ya imposible que pudieran tener cura del síndrome de Procusto que les había hecho metástasis.

Una tarde pase por un Moll y una persona me abordó preguntándome, casi a gritos, cuanto me pagaba el presidente para proponer esa fórmula que atentaba contra la democracia; ahora lo leo tirándome piedras, sin fundamento, por Facebook en su condición de líder del partido Libre, nueva etapa de la historia, así funcionan las leyes del comportamiento humano.

Un día antes del golpe se presentó la urgencia de consultar un asunto que involucraba al Ministro de Defensa; nuestra sorpresa fue cuando de aquel grupo, de atemorizados miembros del gabinete ministerial con quienes dialogábamos en uno de los salones de Casa Presidencial, salió una vos confirmando que el Ministro de Defensa ya estaba en Miami.

Enseguida, y después de aquella última conferencia de prensa frente al Cuerpo Diplomático y un número de liberales y escasos “lideres” del movimiento obrero, campesino y popular, nos encontramos en el despacho del presidente, ahí estaba Cesar Ham representado a la UD partido que tenía una alianza de hecho con el proyecto, también estaba el Secretario de la Presidencia, mientras tomábamos un té, el presidente me dice: Andrés esto ya no se para, por la tarde veremos los resultados.

Era quizá la una y media de la mañana, en el salón de reuniones múltiples aún quedaba observadores internacionales, escuché que el Comandante Cero estaba entre ellos. Cuando bajé buscando mi casa, en el portón de Casa Presidencial había unas quince personas, nos saludamos y cruzamos unas palabras, en su mayoría enarbolaban banderas de la Cuarta Urna, unas mujeres, conocidas como las macizas gritaban: Urge Mel, urge Mel, cuatro años más… Quizá faltaban quince minutos para las cinco, estando ya en la casa, cuando recibí la llamada de Gilberto Rios: Están atacando la casa del presidente, eso es un golpe de Estado.

Del Golpe y sus contradicciones

Piensa mal y acertaras, sospecho que le subieron la temperatura al aire acondicionado.

Uno de esos días nos juntamos con el presidente Zelaya, me recibió en su despacho; el presidente estaba presionado: la organización de la Cuarta Urna, la discusión de la legalidad y hasta legitimidad del proceso, la organización y distribución de tareas, las demandas judiciales, el acoso del Ministerio Publico y la amenaza de un paro magisterial.

En los corredores de Casa Presidencial, recostados sobre los barandales, estaban los dirigentes magisteriales, el Ministro de Educación se notaba inquieto cuando entró al despacho. El presidente le dio instrucciones precisas para la reunión, minutos después los dirigentes salieron a dar declaraciones ante una veintena de periodistas a quienes se les había habilitado un salón en la planta baja que daba acceso a las gradas de la segunda planta. Por las noticias me enteré que la amenaza del paro o Asambleas Informativas se había abortado.

Cuando extendí la mano para despedirme, me correspondió con el mismo saludo y puso su mano izquierda sobre mi hombro derecho, era evidente su estatura, la desproporción se notaba, me dice: “quédate un rato más, pide que te den un café. Pedí el café y esperé. Pasada una media hora salió y me dice que lo acompañe, salimos por una especie de gradas de caracol que dan atrás del edificio, por una puerta que parece un pasadizo secreto.

Le pidió las llaves al chofer diciéndole que él iba a conducir; me subí en el asiento del copiloto y corrimos varias calles de la capital. Imaginen como debí sentirme en ese momento, le interrogué sobre los riesgos y me comentó que no había que temer que cuando le quisieran hacer algo ya podría andar en los mejores blindados y ni eso lo salvaría.

Era seguro que nos estábamos haciendo amigos, pero también estaba haciendo “enemigos”; hablamos de la necesidad de reparar los daños causados por violaciones a los derechos humanos y hasta delitos de lesa humanidad; esa iniciativa también había incomodado a otras organizaciones de derechos humanos que buscaban el mismo fin, por otro método; el presidente estaba de acuerdo en que el Estado debía pedir perdón e indemnizar a las víctimas. Le compartí el interés de hacer eso posible de manera transparente porque en Gobernación me habían mostrado un borrador de un Acuerdo para un tema de derechos humanos que estaba redactado con nombre y apellido a favor de unos y limitando posibilidades a otros, me dijo que hablara con el Ministro de Gobernación sobre ese tema, y me indicó otro con el Ministro de la Presidencia, él quería atender una situación que vivían pobladores en Islas de la Bahía con una empresa que les suministraba energía eléctrica y me pidió le ayudara.

El siguiente día llegué hasta el despacho del Ministro de la Presidencia, me pasaron a una sala, salió una secretaria a preguntar cuál era el tema, le respondí que entendía que ya estaba notificado. Me dejaron esperando cuarenta y cinco minutos, y hasta sospecho que le bajaron al aire acondicionado, no sé si por rechazo o ya el Ministro estaba cansado de tanto presión pública. Entré, salude y me ofreció que me sentara, e iniciamos la plática: era buscar un acompañamiento a los pobladores de Islas de la Bahía que la estaban pasando mal.

Nos pusimos de acuerdo para visitar el lugar, pero el Golpe se nos vino encima. Después de ese recibimiento frio entendí que no era de agrado, en ese momento, solicitar intervenir en otros asuntos. Era de considerar que los funcionarios estaban atomizados sin saber que hacer frente a las fuerzas de poder que les evitaban montar con facilidad la Consulta Popular, y nosotros molestando con otros conflictos. Lo noté en cada movimiento de cuello que hacia el Secretario, daba la impresión que estaba sufriendo un torticolis agudo.

La madrugada del golpe, nos juntamos frente a los portones de Casa Presidencial; las instalaciones ya estaban tomadas por hombres de uniforme militar. La gente empezó a llegar, esa misma calle que días antes habíamos recorrido en carro junto al presidente estaba llenándose de una multitud diversa hasta en denominaciones políticas; tiempo después empezaron a llegar líderes sindicales, campesinos, representantes de ONGs; el contexto era otro y la oportunidad de dar ese salto en la coyuntura era oportuna. Aquella masa estaba sin dirección, no había cabeza, cada minuto que pasaba se sentía la necesidad de una columna vertebral que le diera forma.

Así que después del desalojo violento del siguiente día, una especie de conglomerado de dirigentes sindicales y de otros gremios se juntó en el Sindicato de los Trabajadores de la Industria de las Bebidas y Similares. Esta organización facilitó sus instalaciones para que la gente pernoctara o se refugiara después de cada pelea de calle en donde los militares y policías les daban con todo.

Era evidente que la representación sindical, que ahí estaba, formaba parte de sindicatos no articulados al motor productivo, eran sindicatos de servicios donde las instituciones amenazaban con despidos si el paro o la huelga no tenían causal que lo justificara de acuerdo a cada contrato colectivo. Los que se habían quedado sin trabajo, en su mayoría, eran los ejecutivos y empleados de confianza del presidente.

Sin dudas que los que vendieron bombas lacrimógenas, balas de goma y hasta agua hicieron crecer sus ganancias, las calles quedaban tapizadas del tarro plástico en que se vende el agua. Los líderes llamaban a sus bases a parar labores sin éxito. En su mayoría las masas que estaban en las calles eran liberales y era más seguro que de la población que se mueve en la economía informal; se fueron acercando los funcionarios despedidos y algunos políticos reconocidos, con mucha cautela y poco ariscos.

El sindicato de la empresa de producción de bebidas no paró sus actividades, pero fue solidario al facilitar sus instalaciones como refugio. También era evidente el 1% de la izquierda tradicional representada por la UD, al menos ese era el porcentaje obtenido en los tres procesos electorales anteriores; hicieron ondear sus banderas hasta ser condenados, casi a desaparecer, por la línea “refundacional” que los obligaba a no particpar en las elecciones que se aproximaban en noviembre sus dirigentes conocen que la política tiene sus reglas y no participar era perder su personería jurídica. Varios “refundacionales” ahora ocupan un curul o una representación en alguna institución del Estado. Lo que antes negaban hoy es bueno, pero es normal, negar las leyes sociales o las leyes del desarrollo humano, es un proceso dialectico.