1. abr., 2021

El Hombre que me sacó del río

En esos campos, la Muerte había intentado llevarme. Fue cuando Débora y Nicho se casaron. Ese día apareció, la miré de cerca y lo presentí. Si dos viejos se casan es bueno bañarse en el río, así nos habían dicho. Sin pensarlo ya disfrutaba del agua que había hipnotizado mi imaginación; me acerqué a tocar la fuerza de la corriente que silbaba arrastrando hasta espuma como toro en el ruedo. Inicie emocionado, luego empecé a sentir miedo, pero ya iba arrastrado por las aguas que al parecer habían embravecido. Las fuerzas me abandonaron, quizá también entraron en miedo, y apenas podía sostener la cabeza afuera en el nivel del caudal incrementado por la lluvia que había arreciado durante la noche. De pronto un hombre saltó al río, de los mismos que se juntaron ahí en la orilla que quizá soñaban con un aparato de los que habíamos visto a James Bond, para inmortalizar la imagen y subirla a las redes sociales que no existían, pero si la curiosidad que nos persigue como un fantasma. La angustia ya era notable, y en sus rostros no miraba intención de auxilio, pero contemplaban el desenlace con gritos inaudibles que no lograba descifrar en esas condiciones. Aquel hombre se enfrentó a la corriente y logró sacarme flojo como una toalla mojada; escuchaba decir que se apartaran, que estorbaban para darme los primeros auxilios: “no ayudan, pero parecen reporteros.” Me escapé de sus intenciones. Cuando me preguntaban quién me había librado de las manos de la Muerte, yo repetía que Baqueta: así se conocía al hombre que me sacó del río.