17. abr., 2021
Por esas cosas del amor
Me fui para la higuera, intentaba encontrar consuelo en la paz que producía el árbol; por su tamaño había sobrevivido mayores tempestades que las que estaban azotando mi fragilidad frente a los encantos de una mujer. No soy devoto, pero buscaba, algo, alguien que me ayudara, una virgen…un santo, un santo…; hasta pensé en san Caralampio, escuchaba la campanilla repicando por las calles de Punta Caliente, anunciando el paso del santo; cuando doña Victoria tocaba la puerta, yo estaba pendiente que abuela abriera: “María hoy san Caralampio dormirá en tu casa”; ahí comenzaba mi contradicción con él porque se llevaría, en su alcancía, las monedas que nos daban para comprar el dulce de leche. Esas competencias por la ofrenda pusieron en duda mi fe, pero en ese momento que ella se me escapaba era capaz de tributarle una plegaria. Y se me venia el recuerdo hasta mirarlo en el nicho con una vela encendida dándome la impresión que tanta luminaria no lo dejaba dormir; yo había montado guardia esperando que cerrara los ojos para pedirle unas monedas. El santo ni movía los ojos, fue así que decidí apagar la vela, esperé unos segundos, me hinque frente al altar, pero que sorpresa cuando iba a poner la mano en la alcancía me topé con abuela que en lo oscuro de la sala me pregunta: “¿qué haces muchacho?”, “prendiendo la candela abuela” “ummm, bueno acostate que andamos en lo mismo”.