17. ene., 2022

De Punta Caliente

Ese Embajador, de Punta Caliente tenía que ser.

Punta Caliente era algo así como un paraíso; parecido a esos panfletos que repartían donde ofrecían el cielo, la tierra y abundantes cosas: arboles, ríos llenos de peces, gente bonita, caballos, vacas etc.

Aún trato de descifrar porque nos señalaban cuando algo con rostro de rebeldía aparecía: “Cobarde los hombres no se matan por la espalda, cabrón”, ese fue el grito que se escuchó en la sala de Cine Jardín cuando, a Juan sin Miedo, le dispararon por la espalda. Seguido se inundó de carcajadas y una voz se enrredo al sonido dolby: “Ese bocón es de Punta Caliente”.

“Oyeee mono que hay por el barrio”, decía Manuel, el de Quila; iba montando la bicicleta con una cesta en la parrilla repartiendo el periódico. Un día le hizo la competencia a Toño Cabrera, el dueño de Cine Jardín. Acondicionó una sala: bancas largas, cajuela para palomitas y un televisor de más de 60 pulgadas, yo no había visto algo así. Una de esas mientras esperaba turno para entrar a ese atractivo espacio, Manuel le comentaba a Betón Fúnez del escaso margen de ganancia que le dejaba la venta de periódicos, lo mejor que le quedaba era la sensación de ser de los primeros en informarse de lo que pasaba al otro lado del rio Aguan, también tenia la oportunidad de encontrar un cipote del Chorro para parlar un rato: “Te cuento que ya está en licitación la construcción del puente sobre el rio, casi seguro que esa carretera va a desplazar el ferrocarril”; Betón rio a carcajadas: “Eso lo vengo escuchando desde que era niño, hasta lo escuché en el barco cuando cruce los siete mares”.

Terminaba de hacer el comentario cuando el tamboreo inconfundible del bando que anunciaba una Ordenanza Municipal, inundó la calle. La comitiva se paró en la bocacalle que hacia esquina con Tulio Ligero, Luis Molina, Pepe y el Banasupro donde ahora es el agro de Carlotia, apareció Toro o Torito dándole a aquel tambor que le colgaba de la cintura, se cruzó de una esquina a la otra como disfrutando el asombro y encanto que despertaba en los curiosos frente al ritmo del para pam pam, para pam pam que hacia salir aporreando el cuero con un pedazo de palo encerrado con la sábila de aquel árbol de hule que estaba en los potreros de Inés Medrano, atrás de la casa de Tulio Girón que también colindaba con Nano, Paula, Salvador y la familia Padilla.

En el centro la figura de Will Chiquitin que también le hacía de Juez de Policía y Catastro, tenía un gran documento en sus manos que desdobló y procedió a leer: “Ordenanza municipal número …este hombre fue encontrado robándose el caballo que jala con el mecate atado a su cuello; el interés de la comuna es con el sano propósito de educar a los niños, jóvenes y adultos frente a esta agresión que atenta contra la propiedad, la moral, la ética…, carraspea y luego dice: contra todas las buenas costumbres. Se acuerda ordenanza: exhibir públicamente a todo aquel que se encuentre infraganti con prenda ajena, será paseado con ella por las calles de este pueblo”.

Los curiosos volvieron a sus quehaceres, el alcalde Ruiz se dio la vuelta, puso la mano en el hombro a Manito que andaba buscando la cuota por chapear el cementerio y se escuchó el portazo del Juez Artica que sin dudas había estado mirando y escuchando sin dejarse ver.

Ya entrando al salón de cine, escuché a Betón decir: “De Punta Caliente tenía que ser”. No hombre es del Chorro respondió Manuel. Para pam pam, para pam pam y la diminuta figura, parecía bailar samba, se alejó hasta la próxima boca calle. Y se quiso hacer costumbre: pasearon uno con una piedra de sal para vacas, otro con una marimba y a otro con un cerdo en la espalda.